¿Qué entendemos por presión infantil?
La presión es la percepción interna de que uno debe cumplir con ciertas expectativas para ser valorado, aceptado o querido. En los niños y adolescentes, puede originarse a partir de:
- Comentarios comparativos (“Mirá cómo juega tu compañero”).
- Expectativas desmedidas (“Vos tenés que llegar a primera”).
- Reacciones negativas frente al error (gestos, reproches, descalificaciones).
- Recompensas condicionadas al rendimiento.
Lo importante es que la presión no siempre es explícita; muchas veces se transmite de forma sutil, con miradas, tonos de voz o sobreanálisis de los partidos.
Signos de que un niño está sintiendo presión
Los indicadores más comunes que se observan en consulta incluyen:
- Cambios de humor antes o después de competir.
- Quejas físicas sin causa médica clara (dolor de panza, de cabeza, fatiga).
- Pérdida de disfrute en entrenamientos y partidos.
- Miedo excesivo a equivocarse, a decepcionar a los demás, o simplemente “no estar a la altura”.
- Autocrítica desmedida y frases como “soy un desastre”.
Cuando estos signos aparecen de forma recurrente, no necesariamente estamos ante “caprichos”, sino que poedmeos estar ante señales de que el deporte está dejando de ser un espacio seguro y de disfrute.
El papel de padres y entrenadores
Padres y entrenadores son las dos figuras clave en la construcción de la experiencia deportiva de un niño.
Su influencia puede ser el motor del disfrute o la principal fuente de presión.
Como adultos, podemos:
- Valorar el esfuerzo, no solo el resultado. Reconocer la entrega y la mejora, incluso en derrotas.
- Escuchar más que aconsejar inmediatamente. A veces el niño solo necesita procesar lo que sintió.
- Separar la identidad del niño de su rendimiento deportivo. No es “mal jugador”, simplemente tuvo un mal día.
- Fomentar la autonomía. Que pueda tomar decisiones dentro del juego y experimentar consecuencias.
Cómo equilibrar motivación y disfrute
- Preguntar, no suponer: “¿Qué fue lo que más disfrutaste hoy?” abre la puerta a conocer su vivencia real.
- Establecer objetivos realistas y propios del niño, NO proyecciones adultas.
- Cuidar el lenguaje corporal: un gesto de desaprobación puede pesar más que cien palabras.
- Promover múltiples intereses: que el deporte no sea la única fuente de autoestima.
Cuando la presión ya está afectando
Si el niño ya muestra rechazo, ansiedad o síntomas persistentes, es momento de buscar acompañamiento profesional. Un psicólogo deportivo puede:
- Trabajar herramientas de autorregulación emocional.
- Reconstruir la confianza en el juego.
- Colaborar con padres y entrenadores para rediseñar el entorno deportivo.
En resúmen
La presión infantil en el deporte no solo afecta el rendimiento; puede impactar en la autoestima, la motivación y la relación del niño con la actividad física. Nuestro rol como adultos es garantizar que el deporte sea una experiencia formativa y saludable, más allá de resultados y trofeos.
Diego Carballo
⚽ Psicología deportiva | 🧩 TDAH en adultos
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